Cae mi mundo y lo escucho crujir contra ningún piso. De repente se hace no-mundo, se hace pregunta, abstracción, llueve nebulosa gris. Se rompen las ideas y mutan a preguntas y las preguntas, a cuestionamientos y lo rosa, a rojo y de rojo a gris. Ni siquiera negro. Gris inestable, pudoroso, obsecuente, cagón. Gris con sangre escondida vaya a saber uno de qué. Gris opaco y amargo con gula incontrolable y arrolladora. Gris agresión incontrolable que fuma solo en un rincón. Gris amor no hay para nadie, que rosa qué. Gris que soledad tan impermeable, tan impalpable, tan sucia y desfachatada soledad.

Brota el egoísmo como las galletas en las meriendas de familias bien. Egoísmo del más puro y caro. Todo se vuelve punto rojo y el ego se ahoga, se ahorca, se pega un tiro. Todo es asfixia o asfixiadores, apunten, disparen, protectores.

Segrega y no puedo contenerme. Palpita el abdomen que libera el torrente y catapulta mi centro. Me fortalezco desarmándome y se vuelven débiles mis fortalezas. Soy una arruga en el universo, toda la tensión concentrada en un pliegue.

El aire se mueve en bloques que presionan la cabeza. Laten mis pelos convertidos en armas y grito por los que no conozco. El sacro se quiebra de dolor. Dolor caluroso y profundo y pesado. Todo es sueño sin sueño, fiaca amordazada y culposa.

Y cae mi mundo y rebota. Y se tensa el cordón y me duele. Y recuerdo los huevos que no son y recuerdo lo que es y nada quiero que sea nada. Todo es nada, no hay nada que pensar al fin del día. Sólo nebulosa gris que dificulta la respiración. Sólo contaminación en colectivos y masas tristes de desocupados tristes o de ocupados mal pagos. Sólo gris del grande y desolación abstracta e imparable.

Se tensa el cordón y les duele. Esa soy yo. La del cordón tenso. Lo lamento compañeros, ahí me tienen. Esa es mi mujer revolcada en sí misma. Esa es la verdadera mujer fértil a punto de explotar. Esta ebullición permanente es cíclica. Bienvenidos al tren con grises incluidos. Bienvenidos a navegar hechizos ancestrales y respuestas poco amoldadas a las circunstancias. Bienvenidos al olor impregnante de la femineidad. Bienvenidos a los colores disimulados que quieren desviar. Bienvenidos a las cogidas descartadas de antemano por tantos grises hurgueteando en mi placard.

Cae mi mundo y se tensa el cordón. Vuelve soledad, vuelve nebulosa, asfixia el polvo gris. Sube la desolación y me lame y me unta mi propio mundo, así, desarmadito en jugo rojo, que junto con lo que puedo. Y lo tiro. Y me tiro a retorcerme de gris y a avisar que no se acerquen demasiado porque no ando de ánimo.

Ay, mundo desarmado de nadas. Ay, mundo rojo rebotante. Ay, mujer, qué ímpetu por hacerte notar. Ay, mujer, qué asquerosa sos. Vos y tus intenciones de aislamiento y poderío. Vos y tus suciedades. Ay, mujer, te volvés ropa usada y pelo sucio. Tu piel rosa se vuelve gris y no te parecés a ninguna muñeca. Ay, mujer, ya no sos vos, sos mujer.

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