Soy orgullo al encontrarte y pronunciarte y enaltecerte aunque no tenga certezas sobre tu origen. Tus vertientes son infinitas y milenarias aunque me quede corta. Soy corta. Los estímulos que te activan superan las especulaciones del mazo.

Tu regalo es nunca dejarme a solas con las puntas de las lenguas. Sos la posibilidad del vómito al alcance de la mano, sin tapujo ni perdón. Con tu poder el tiempo se vuelve un personaje inventado para un actor secundario. Ofrecés paz momentánea para construir una tregua en el trajín diario. Diario que no diario.

Das miedo y comezón y dedos galopados que por suerte no puedo contener. Gel de purpurina que me unta aunque no quiera y rebota y rebota y rebota e insiste hasta que cedo. Cuando pretendo domarte la bóveda te hace crecer, te pelea, te juega y en un descuido trepás, me atrapás, me poseés, me reducís. Sos dulce e impiadosa caricatura de adicción. Cada vez que no te entrego todo, me catapultás a la angustia más cristalina.

Sé que vamos enlazadas por el camino acertado. No veo otro camino. Y mi único capricho es abrazarte y fundirnos y sentirnos una. Es por eso que mis dedos corren aunque no tengan esperanzas por ahora. Arrastro mis piernas porque a veces te huelo y viajo a un paraíso de activa tranquilidad. Te toco y acaricio el más allá del más acá. Te vibro y soy el impulso de gritar más atinado.

Bendigo el manar a borbotones de aguas afiebradas que escalan y se pisan por concretar. Orgasmo de arco iris, gracias por dejarte fluir por mi carne y repensarme más allá de ella y en ella más que nunca.

Sos pura creación y pura lucha y pura mutación afrodisíaca. Fiel frutilla de madrugadas. Noche de la noche, misterio de los yoes, recambio de soles.

Incondicional amante eterna: me regodeo pensando que nunca te alcanzaré. Descubro que te sigo para recordar. Resisto un transitar sin huella aunque más no sea para aterrizar en el azaroso barro de las papeleras. Deshidrato mis días en textos para intensificar su sabor y extender los aromas del escurridizo recuerdo.

Tejo caminos al cerebro, a la sangre, a la experiencia. Marco los laberintos de la corteza y ordeno los hábitos en capítulos errantes. Diseño mapas con momentos y mambos para que algún día sean puentes que faciliten mi vuelta a mí. Que el miedo a la muerte y el hambre del ego sean condenados por tan obstinada idea.

Soy orgullo al encontrarte y pronunciarte y enaltecerte aunque no tenga certezas sobre tu origen. Tus vertientes son infinitas y milenarias aunque me quede corta. Soy corta. Los estímulos que te activan superan las especulaciones del mazo.

Tu regalo es nunca dejarme a solas con las puntas de las lenguas. Sos la posibilidad del vómito al alcance de la mano, sin tapujo ni perdón. Con tu poder el tiempo se vuelve un personaje inventado para un actor secundario. Ofrecés paz momentánea para construir una tregua en el trajín diario. Diario que no diario.

Das miedo y comezón y dedos galopados que por suerte no puedo contener. Gel de purpurina que me unta aunque no quiera y rebota y rebota y rebota e insiste hasta que cedo. Cuando pretendo domarte la bóveda te hace crecer, te pelea, te juega y en un descuido trepás, me atrapás, me poseés, me reducís. Sos dulce e impiadosa caricatura de adicción. Cada vez que no te entrego todo, me catapultás a la angustia más cristalina.

Sé que vamos enlazadas por el camino acertado. No veo otro camino. Y mi único capricho es abrazarte y fundirnos y sentirnos una. Es por eso que mis dedos corren aunque no tengan esperanzas por ahora. Arrastro mis piernas porque a veces te huelo y viajo a un paraíso de activa tranquilidad. Te toco y acaricio el más allá del más acá. Te vibro y soy el impulso de gritar más atinado.

Bendigo el manar a borbotones de aguas afiebradas que escalan y se pisan por concretar. Orgasmo de arco iris, gracias por dejarte fluir por mi carne y repensarme más allá de ella y en ella más que nunca.

Sos pura creación y pura lucha y pura mutación afrodisíaca. Fiel frutilla de madrugadas. Noche de la noche, misterio de los yoes, recambio de soles.

Incondicional amante eterna: me regodeo pensando que nunca te alcanzaré. Descubro que te sigo para recordar. Resisto un transitar sin huella aunque más no sea para aterrizar en el azaroso barro de las papeleras. Deshidrato mis días en textos para intensificar su sabor y extender los aromas del escurridizo recuerdo.

Tejo caminos al cerebro, a la sangre, a la experiencia. Marco los laberintos de la corteza y ordeno los hábitos en capítulos errantes. Diseño mapas con momentos y mambos para que algún día sean puentes que faciliten mi vuelta a mí. Que el miedo a la muerte y el hambre del ego sean condenados por tan obstinada idea.

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