Llegó el momento. El quiebre de la noche se avecina. Todo lo que suceda de acá en más puede ser peligroso. Es hora de mirar quién queda alrededor y con quién me voy a ir a dormir. Siempre quiero algo más, pero las noches de alcohol pocas veces se acompañan del milagro del sexo. Alcanza con sentirme segura en el estado en que estoy. La comisura paposa. Cómo voy a roncar esta noche. Homero.

Todo lo que suceda de acá en más es riesgoso. La decencia y el prestigio corren peligro. Llega el instante y mi foto se ve borrosa. Yo fuera de foco y en el fondo la música apalea mis oídos. Ya no es música, es molestia asesina y premeditada por máquinas que tocan por nosotros cuando sube la noche.

Sube la noche y me siento hinchada y me propongo cambiar y dejar de fumar, todos delitos que volveré a cometer mañana. Golpea la hora con la piel gruesa, el maquillaje desencajado y las piernas como anclas. Se desangra el tiempo y quisiera haber tomado otra cosa, tal vez estaría mejor. Alabadas sean las mujeres a las que no les gusta el alcohol. Alabadas sean las vírgenes del Señor que no gustan de los malos hábitos y que sólo posan con algún cigarrillo. Alabadas sean las inapetentes sexuales y las refinadas de verdad. ¿Cómo se puede tomar cerveza y sostener el glamour? ¿Cómo siguen peinadas y con ropas sin manchas con olor a perfumina?

Piso blando, ojo mojado, taco alto, piso mojado, ruido a botella, galope de luces, nube, nebulosa, distorsión, risas, eco, eco. Tropezón, no es caída, arcada, no es vómito, hinchazón, no es dolor, risas, pero no causa. No hay causa aparente para encaminarnos al no camino. Es un grito que pide huida, que pide chau, que pide salida. Es la comisura seca y la saliva gomosa. Es la cerveza que amenaza con no seguir los caminos habituales y volver a saludar en sus peores formas.

Salgo, es el momento de salir. Foco. Recupero. Necesito cómplices para salir. Acompañantes de caída. Puerta. El aire golpea las fosas nasales y el cuello. Cómo golpea frío y contrasta con el calor del alcohol. Taco taco taco vereda rota, todas las veredas están rotas, charcos, aire frío, agua sucia, esperá que vomito acá, vomito, me miro, estoy bien, sigo, taco taco, equilibrio, todas las veredas están rotas, sigo taco taco, adónde vamos ahora.

Entramos de nuevo. Ahí o a otro lugar. Con Él o con otros. No importa a esta hora. En un rincón de los sentidos siento pajaritos y escucho el sol. La cama me abraza el pensamiento y sólo pienso en tomarla. Pero estoy lejos y el buche no se va. Y el ancla sigue en el bar. La cerveza sigue quemando la garganta.

Ya no hay plata para refrescarse. Todo es bebida donada o robada u olvidada. A determinada hora no se compran más cervezas, se mendigan. Se toman los restos de lo que fue. Los culos tibios regalan la última esperanza de diversión. Quedamos restos de lo que fuimos.

Miro alrededor y ya no hay tanta gente. Sólo hay flores ridículas arriba de cabezas histéricas de chicas bronceadas que no paran de hablar pavadas con chicos que no se van a coger porque ya es tarde. Porque el cerebro ya hizo ese clic del que no se puede volver hasta dentro de unas horas. Si no te fuiste ya, no te vas más.

El clic guillotina esperanzas, el clic de la foto borrosa que al fin y al cabo buscamos con tanta energía de codo empinado. Ritual de camino al sin camino hasta que ya nos caímos del camino y mientras nos salimos, disfrutamos, pero si ya estamos afuera, no nos gusta, no divierte, desbarranca. Desbarranco y vomito. La línea de la diferencia. La necesidad de escupir, de lanzar lo que nos metimos sin parar, sin medir, sin piedad. Foto, foco. Taco taco taco. Taco y trago. Trago un nuevo buche tibio porque la noche es larga y siempre se puede seguir disimulando. Taco taco cerveza saliva foto caliente cigarrillo comisura foco humo pesado foco glamour.

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